Salir de un arco iris

Principios septiembre 2014

Estoy literalmente sin palabras.
No encuentro como describir la situación que vivo después de dos semanas reveladoras en una comunidad, pero estoy lleno de sentimientos, eso es seguro.

Por momentos quiero volver… pero creo que si vuelvo no saldré más: llega un punto en que nada importa más que el bienestar que se alcanza en esas circunstancias… y me da vértigo.

Durante una hora sentado junto a un hombre aleatorio que me ha traído a Nauta desde allí, en su furgoneta, sacaba la cabeza por la ventana observando y comprobando que todas las estrellas estaban en su sitio después de tantos días ocultas tras los árboles de la Amazonia. Además, así esquivaba un poco todas las preguntas que todos los peruanos tienen que hacer a todos los ‘gringos’.

Estoy en la plaza del pueblo sentado con la misma sonrisa que cuando sacaba la cabeza por esa ventana. Sigo encerrado en la Amazonia y sólo puedo continuar por río, otros tantos días de barco hasta Yurimaguas: creo que no estoy preparado ni siquiera para esa apacible vida a bordo por el río… Vengo reseteado.
Quiero volver.

Ha sido como un vipassana: volver a la cruda realidad no es fácil. Lo encuentro todo muy ‘sucio’: las abstinencias se hacen dulces, limpias y sagradas y volver a consumir es como salir… sucio.

Por un momento me ví reflejado en la luna de la furgoneta antes de subir: mi figura era diferente ya de silueta. Temía el primer espejo. Cuando lo encontré aquí en la ciudad tenía el pelo más largo y muy sucio, aun después de bañarme varias veces al día allí, en nuestra quebrada. Pero limpio para nosotros. Mi cara sonreía sucia, mis patas de gallo multiplicadas, intensas, jóvenes al fin. Mis uñas están negras, mis manos gastadas y con heridas: me gustan, están como las de mis hermanos. Mi sobaco huele, por primera vez en mi vida, como esos sobacos terribles que se huelen a veces en otro hombre, en el metro o en una cola, y sin embargo aún no me he duchado ni tengo ninguna prisa. Huelo como ellos.

Salir de una rainbow es difícil.

Quizás más porque durante mi tiempo allí he estado intentando trascender espiritualmente, conectado con la selva amazónica y leyendo de nuevo sobre el poder del ahora… y sobre nuestra ilusión del tiempo y falta de consciencia presente.

Durante mi tiempo allí he dado rienda suelta a mi creatividad. He tenido soledad y paseos desnudo por la selva. A veces algo me hacía darme cuenta de que aún no me había puesto nada de ropa encima cuando charlábamos en la cocina. Me he dejado llevar sobre el riachuelo que nos cortaba la selva en dos en una de sus crecidas gansas tras unas lluvias; un pez saltó sobre mí curioso y en ocasiones me enganchaba a una liana y trepaba para dejarme caer. Flotaba de nuevo boca-arriba con los pies delante viendo los árboles, hojas, nuestros puentes sobre el río y ramas bajas tal y como las ve el agua en su transcurso. Fui agua. Siempre quise hacer esa mierda en la selva. Cuando llegué tras un rato a la piscina natural donde nos bañamos, me dí un baño de arcilla y me sequé al sol.

Ya echo de menos los círculos antes de comer, o cenar, a la luz de las velas, dándonos las manos, cantando y entonando ohms. Nuestra dieta es vegetariana y rica, tenemos nuestra fruta, muchas bananas, a veces molíamos café, cacao o maní (cacahuete) y elaborábamos postres artesanales o desayunos de cuento.

Vivimos sin electricidad, sin ningún aparato que no sea natural, nunca sabemos qué hora es o qué día es y vivimos con el sol; nos despertamos con él y nos entra sueño con su ida, aunque nos gustan las velas y el té, y leer dentro del mosquitero.

La pachamama nos abraza todo el tiempo, nos da paz, nos despertamos felices y nos abrazamos cada mañana y cada noche, con ganas de hacer un rico desayuno; cocinamos, fregamos y limpiamos porque nos apetece; arreglamos y hacemos cosas por la comunidad todo el tiempo que podemos. Peleamos por ver colores de puesta de sol y estrellas en los jardines de cultivo, donde se abre y se ven mejor.

Tenemos buen rollo con casi todos y menos buen rollo con alguno o alguna, es natural. Todas las personas son especiales y están aprendiendo. Eventualmente solucionamos nuestros problemas con palabras y algún abrazo; lo importante es que aprendemos de ello y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nos quedamos hasta que el problema se soluciona sin dar un paso atrás, pues el problema enseña y es parte del progreso. Nos enfrentamos, cada uno desde nuestra soledad, a todos esos retos y a los infinitos matices de una vida en comunidad que roza los sueños de cualquier persona idealista y consciente de nuestra crisis espiritual. Y soñadora.

He oído los personajes más curiosos de la selva, amenizando cada minuto nuestra vida. He sentido paz y nunca amenaza en la negra oscuridad de la selva nocturna, caminando en solitario entre las sombras, siempre descalzo, siempre a salvo.

He dormido varias noches en una cabaña al otro lado de nuestro río, cruzando por un tronco y caminando con mi vela hasta el retiro más especial de mi vida, donde me dormía, soñaba y me despertaba meditando y poniendo a prueba mis nuevos conocimientos sobre la esencia de nuestra vida, intentando nuevos niveles de comprensión y trascendiendo mi presente.

He olido a fuego todos los días, pues con él cocinamos desde la mañana hasta la noche, y su presencia y aroma es un atributo primario de nuestro momento. La luz entrando a través de él en la cocina por la tarde está grabada en mi memoria.

Hemos hecho círculos en el templo sagrado, una maloca enorme con espacio par cualquier actividad o reunión. Hemos compartido en la casa de sanación, donde las mamitas preparan sus brebajes a base de plantas que ellas conocen, como alquimistas.

He recibido, en mi retiro, la visita de un insecto al que le había pedido visitarme por su espectacular presencia. Tiene dos luces verdes en los ojos y una enorme naranja en el pecho cuando vuela; pone las verdes cuando camina. Salió de entre los árboles y cayó en mi regazo cuando estaba sentado en el suelo de hojas, en un momento oscuro en que intentaba entender la no-consciencia de los animales. Hablamos.

He sentido la mordida de los peces del río en mi pilila cada vez que me bañaba, y al final ya era parte del baño, lo superé.

He saboreado, pues, la vida más dulce, limpia y fraternal que puede encontrarse un viajero, saliendo con las mismas monedas que entró, recibiendo una cálida bienvenida y despedida.

He visto la paz. No era una utopía. He cambiado más en dos semanas que en otros tantos meses. He dejado Ser y me han dejado Ser. He sido feliz.

He visto a mi tribu.
Somos la tribu del Arco Iris!!! :D


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5 comentarios en “Salir de un arco iris

  1. Qué luces puso el insecto mientras hablaba contigo? Siempre llevaba alguna luz o también las apagaba?

    Me gusta cuando dices «lo superé». Refiriéndote a las mordidas de los peces en la pilila, aunque haciéndose extensible a todo lo que cuentas y a lo que no cuentas y se imagina o adivina. El Ahora no puede existir sin una superación de lo que hay en él, o sin al menos una aceptación. La aceptación es difícil pero sucede por necesidad, ya sea consciente o inconscientemente, ya sea por decisión o por resignación; la superación es un paso más, supone el desprendimiento de la costosidad de la aceptación.

    Me conforta la idea de tener un hermano mayor, lo que nunca tuve, a quien poder recurrir cuando necesite fortaleza de ánimo.

    Recibí tu postal en el momento justo en que necesitaba una boya y la llevo siempre en la furgoneta para que mantenga a flote mi hogar.

    Gracias a ti por guiarme también a mí.

    Yo también te espero, independientemente de dónde nos encontremos y de quién de los dos dé los pasos o las brazadas. Expectante y paciente. Cuando nos abracemos será Ahora y lo sé.

    Mientras, vive. Yo también.

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