Abril 2014
Fue tan sólo hace unos 80 años.
Jimmie Ángel se puso en contacto con unos exploradores españoles para sobrevolar un hallazgo que se atribuye unas veces al siglo XVI, por parte de España, y otras al XX. Lo que está claro es que hasta hace dos días, sólo los indígenas disfrutaban del lugar más espectacular del mundo para muchos: la Gran Sabana de Venezuela, sus Tepuys y el famoso salto del Ángel.
Los Tepuys (monte en Pemón, lengua indígena local) son montañas inmensas y aisladas que terminan con abruptas paredes verticales que parecen haber sido empujadas desde abajo por alguna fuerza brutal. Son las formaciones expuestas más antiguas del planeta, su origen data del Precámbrico (violentos choques de placas), y a lo largo de la historia, la meseta entre la frontera norte del río Amazonas y el Orinoco se erosionó, formando estos tepuyes. El aislamiento y las condiciones únicas de sus cimas hacen que sean lugares literalmente ‘de otro mundo’.
El cabezón de Jimmie Ángel, estadounidense, puede estar contento: el salto de agua más grande del mundo, con casi un kilómetro de altura, cayendo al vacío desde el majestuoso Auyantepuy, lleva su nombre. El Salto del Ángel no se llama así por otra cosa, por decepcionante que parezca. Jimmie quería llegar al salto y aterrizar en lo alto del Auyantepuy, y lo consiguió, incrustándose con un aparatoso accidente en la cima, que no dejó víctimas pero necesitó un rescate y ocasionó que las noticias dieran el nombre de un pesao a una de las proezas mas brutitas de la pachamama, Natura.
En el aeropuerto de Ciudad Bolívar, peleando con gente para buscar la manera más barata y afortunada de llegar a semejante lugar, me encuentro la avioneta de Jimmie, como homenaje, lo que me motiva aun más.
Lo bonito quizás de llegar al parque de Canaima, donde está esta maravilla, que es uno de mis principales objetivos en el periplo, es que no existe manera de llegar si no es volando. Y afortunadamente, en Venezuela aún tienen servicios a cliente con infraestructuras antiguas que muchos hoy no quieren ni ver, pero que a mí me parece el mayor regalo del mundo. Volar a Canaima en un Cessna reventao.
Además me favorece el cambio, y la aventura me va a salir bastante barata. Gracias! Y además cualquier lugar del mundo al que no llegan carreteras es mágico, y no existe el mal, y es virgen, y no hay corrupción. Así era Canaima. El inconveniente es que un lugar así tiene visitas organizadas de manera ovejuna. 3 días de viaje, con un ascenso fugaz al salto por el río, no es mi plan. Llevo esperando este momento mucho tiempo. Necesito tiempo e intimidad con mi salto del Ángel. Después de una conversación con el agente, me dan 5 días. EL Cessna de vuelta es 2 días más tarde. Bien, pero, ¿conseguiré mi intimidad? ¿podré dormir a su lado? ¿ducharme con sus finas capas de lluvia, quizás?
No sé. De momento voy a disfrutar de mi vuelo en Cessna. O qué.
Cessna fabrica aviones desde hace un siglo, pero destaca por sus monomotores pequeños, los más ligeros y versátiles de la historia, probablemente. Sus 4-plazas han sido los que llegan a donde no llega nadie, llevando correo, cervezas o cocaína a pistas donde no aterriza ni un helicóptero.
Cuando me acerqué a mi Cessna caminando, no podía borrar la sonrisa de mi boca. Sólo por volar en aquel cacharro, no mucho menos reventado que el de Jimmie, sobre los tepuys de Venezuela, ya merecía la pena la inversión. A partir de aquí sería todo sumar.
Todo pasó muy rápido, aunque yo quería que fuese leeento. Mi suerte estaba conmigo, quizás por mi estatura: el piloto me reservaba el asiento del copiloto. Junto a él. Con mis rodillas apretadas contra los controles obsoletos y sin funcionar del frontal. Un montón de agujas, brújulas y controles viejos que no rulan son desplazados por un pequeño gps que el piloto instala en el mando. Se pone a tocar todo muy rápido, con la destreza de alguien que hace algo serio y sin fallo cada día durante años.
La helicé gira, la avioneta se mueve con la comodidad de un seiscientos. Dos giros y el piloto apreta a toda: ya estamos en la pista, despegando. Como a un tercio de la pista, unos segundos de mierda de carrerilla, y ya noto la suavidad de que las rueditas de comic de mi Cessna no están tocando los baches impuros del suelo, sino la suave burbuja del puro aire en que nos apoyamos para levantar el vuelo. Volar, soñar.
Volar, para los humanos, supongo que es tener el menor cacharreo posible debajo del culo mientras te desplazas por el aire. Ya que no nos han provisto del vuelo, se trata de simularlo lo mejor posible: el Cessna 4 plazas es tan insignificante en el aire que te da ese regalo, el mirar alrededor y sentir todo tan pequeño que estás volando.
Se eleva rápido, es una mosca, hace lo que quiere. Por un momento me quité el sombrero ante el ser humano, por sus ingenierías y destrezas. Por un momento quise pasar el resto de mi vida formándome en Cessna, volando un Cessna: sobre todo por lo que veía a mi alrededor, claro. Todo lo que hacía el hombre a mi lado se reflejaba perfectamente en nuestra trayectoria, con calidad, con finura. Tocábamos las nubes, pequeñas gotas de condensación corrieron brevemente por los cristales.
Entre ellas, podía verlo todo, a mi alcance. El sol atravesaba y mostraba sabanas, ríos, tepuys, desiertos. Lo ví todo. No se si había más, pero yo lo ví todo.
Por un momento estuve a punto de estirar mi mano hacia atrás y tocar la mano de Meryl Streep, pero no; allí había una mujer medio dormida, la muy animal.
El sonido del momento:
Entre detalle y detalle del paisaje, volvía a repasar, como un niño, los detalles de mi avioneta. Viejas radios de las de diales manuales, como la de Viven!, de rueditas, se amontonaban debajo de una digital que SÍ funcionaba. Conté hasta tres brújulas rotas, pues volábamos al sur claramente, y un altímetro de los que dan vueltas que parecía funcionar. Me perdía en los detalles, y creo que sólo dos o tres controles tenían una función desconocida para mí. Qué fácil era volar aquello! O qué fácil parecía bajo las manos de aquel educado piloto.
En algún momento, y me lo veía venir, comenzamos a descender. Canaima apareció cercano, con sus múltiples cascadas, y supe el lugar al que iba. La pista frente a nosotros. El aterrizaje, igual de simple y cómodo que el despegue. Mosca. Volar.
Me alejaba de mi Cessna y aún no lo creía. Sonreía, y volví mi cara para volver a verlo. Un hombre posaba junto a él, dejando claras sus estúpidas dimensiones.
Volar.
Qué grande eres Dani¡¡ Sigue volando y enseñándonos tus sueños desde las profundidades de los océanos a las alturas de los cielos. Vuela y vuela y no dejes de transportarnos con tus sinceras palabras y humildes pasos a esos lugares de ensueño que llenan de realidad la vida. Hace unos días cumplí 33 años y como no me acordé de ti. Un fuerte abrazo amigo.
Tú si que eres grande Robertito!
Bienvenido a los 33, no están mal, no?
Que bueno que te acordaras….
Te voy a ver a mi regreso, te lo prometo!
Daniiiiii me encanta tu historia!!! Me he sentido contigo tocando las nubes volando hacia canaima. Que maravilla de cessna!!! Últimamente volar también esta siendo muy importante para mi. Afortunadamente lo de volar también podrás hacerlo aquí…..hay aviones ultraligeros (2 plazas)…..y parapente….paracaidismo….estoy pensando que te pega un montón. Y yo cuando cumpla 33 también me acordare de ti. Besos grandes amigo