El ascenso, parte 1

En el lugar en que me encontraba, en las montañas de Jamaica, conseguí un precio interesante y decidí quedarme unos días, disfrutar de no tener que cargar con la mochila cada día, hacerla, deshacerla… Planearía mi ascenso al Peak, el más alto de la isla, averiguaría cómo hacerlo yo sólo. En el pueblo, durante el día, se me ofrecían como guías algunos locales, pero yo quería mi aventura solitaria. Menudo aburrimiento seguir a un guía. Aún con todas las recomendaciones que leí y las advertencias de los guardas, que no tienen permitido dejar a nadie sólo arriba. Estaba cansado de playas y quería montaña, estrellas, usar el saco de dormir más, jungla, y quizás algo de fresquito. No me imaginaba el frío que podría hacer allí.

El huracán Chantal pasó cercano y ocasionó una tormenta larga con lluvias de un par de días. Eso retrasó mi ascenso más de lo planeado, incluso podría tener que cancelarlo. Las previsiones daban días, pero yo no quería abandonar la zona sin mi excursión. Ser cabezón a veces da muy buenos resultados.

Mientras llovía me aburría y jugaba con un niño de 6 años de Colorado, del qué aprendía un sinfín de cosas. Creo que es de los niños más inteligentes que he conocido. Jugamos al ajedrez, hablamos de sus padres y su divorcio, como si fuera un adulto. Compré un dvd de pelis malas por 100 dólares jamaicanos y tuve que ver otra comedia horrible distinta con él porque su madre no le permitía ver esas pelis malas. Le prometí que jugaría al ping pong con él por la mañana y me dijo su madre que estaba super emocionado con ello y se levantó tempranísimo para combatirme en la mesa, sobre la cual sólo asomaba su cabecita.

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07-IMG_7275El niño y los juegos de la tormenta, indicándome dónde está mi futura ruta con un arco iris

También estaba atento a las señales, y en un momento de máximo aburrimiento, en el que era consciente de mi presente, me sorprendió por el balconcillo de mi habitación un negraco. Cuando utilizo éstos adjetivos sólo quiero darle énfasis a su hermosa condición racial, nunca me malinterpreten, por favor. Adoro la raza negra, creo que es la raza más perfecta en la tierra, nos dan mil vueltas en todo. Y ahora en Jamaica, más. No hay más que ver sus dientes, sus narices, sus cuerpos, músculos, cómo cantan y cómo hacen música… :) Aclarado ésto, cuando el negracotón pasó por mi lado, ví una oportunidad de joy, quién sabe, era un día perfecto para fumar algo. Al cabo de un rato estábamos en un bar de 4 metros cuadrados con la lluvia fuera, jugando al dominó con la dueña, y uno que se apuntó que cada vez que ponía una ficha la ponía con todas sus fuerzas y me rompía los tímpanos, compartiendo risas… En Jamaica y Cuba juegan al dominó a discreción, el juego tiene su truco y se ha de pensar mucho mucho para hacer táctica. Yo no estaba para pensar y ganaba rara vez.

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Al día siguiente estaba mejor el tiempo y yo no podía esperar más. Me desperté nervioso y me lancé. Salí tarde, como a las 12, pero no me importaba, había conseguido víveres y agua como para 3 días bien y 4 muy justo. Quería dormir allí donde me apeteciera, y salí feliz. Si no subía en un día solar, lo cual ya era muy difícil, subiría en dos. Me agobiaba la lluvia (no tengo tienda, aún) pero confiaba en que iría bien. Respecto a la ruta, es muy difícil no perderse sin guía, pero encontré un track parcial (hasta una estación) en internet y lo instalé en el gps, y así ya iba como una moto.

Mi ruta total era muy old-skool, según locales, vieja escuela. Subir desde Mavis Bank era algo que ya nadie hacía, pues ahora existen rutas para jeep hasta cerca del peak y todos los turistas y guías suben en coche y hacen sólo las últimas dos o tres horas. El recorrido total para mí éste primer día es el de éste track. Unos 19 km y un desnivel de 1400 metros, con una bajada a nivel de río. Al día siguiente haría el resto.

Lo primero era descender hasta cruzar un río poco profundo por dos ramas antes de empezar el ascenso, y aproveché para darme un baño en bolas en alguna poza y seguir más contento aún.

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Después el camino era un ascenso duro, a veces muy abrupto, se ascendían muchos metros en pocos segundos, la mayor parte del tiempo sobre piedras sueltas que daban bien por saco a los tobillos. Mi calzado era de bailar en discoteca más que de subir montaña y pagué caro. Pasé una zona de mangotrees donde me hinché a mangos, en realidad es una ruta muy chula y hay momentos en que se pasa por lugares enigmáticos, como bosques de bambú, o de eucaliptus, curioso. En algún punto pasé por poblados donde la gente vivía sin luz ni agua, en chabolas.

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Una vez pasé por un albergue en que me dieron ganas de quedarme. Era todo de madera y tenía unas vistas muy grandes. 2 rastas de montaña que vivían allí, me hicieron compañía y me dieron a probar caña de azúcar pelada con un machete, lo que me repuso un poco. Es duro darle muerdos y masticarla hasta que se le saca el jugo, pero tiene jugo, y azúcar :) que es lo que yo necesitaba. Todos los hombres que ví en la ruta solían fumar con continuidad. Yo no estaba pa bromas pero pasé largos minutos de silencio junto a ellos, observándoles, viendo la vista, y columpiándome en una tosca cuerda mientras mi grabadora registraba el extraño hablar de esos hombres.

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Ya se veía claramente la gran altura que había ganado y después del descanso se hizo un poco duro. Yo cada vez que giraba una curva, decía, ‘voy hasta la siguiente y miro a ver’, pero en la siguiente curva simplemente veía otros doscientos metros y así siempre, no había ningún lugar plano y verde para acampar en el camino.

Sobre las 18.30 llegué a Portland Gap, donde debería pagar una tasa alta a un guarda, si me cruzaba con él, por usar el parque. El guarda no estaba y decidí quedarme a descansar, pronto sería oscuro y llegar al peak de noche no tenía gracia. Al día siguiente seguiría mi ruta temprano, antes de ver al guarda :), y hoy disfrutaría del lugar, que aún sin vistas, por la extensa vegetación junglar que contenía, disponía de un claro con hierba y cielo abierto. Un gran grupo de chavales que salía a las dos de la mañana a ver el amanecer, me entretuvo. Dormían en una choza de madera en literas, pero yo quería ver el cielo.

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Averigüé que se podía hacer fuego, y con eso ya estaba más que feliz. Mi sudor se había secado, me había puesto mi sudadera calentita ya que empezaba a refrescar bastante (mi gps indicaba unos 1750 metros de altitud) y tenía el saco extendido y preparado para penetrarlo. Hice un fuego suave junto a la cama para poder cenar caliente, lo más grande que hay.

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Después «tiré la fruta, Amparooo» con algo de hierba que tenía del negraco que me retó al dominó. Con el fuego tenue cercano, apagué el frontal, tiré la basura, me lavé los dientes y me tumbé. JARL. Estaba entrando en escena cuando noté un insecto que hacía un escándalo enorme al caminar sobre mi saco: una super araña que tuve que asustar hasta los árboles para asegurarme de que no volviera.

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Ahora sí. La tumbada, «Amparo y la fruta«, brisa suave que se lleva el humo del fuego en contradirección, sonrisa estúpida en la boca, mágicas luciérnagas voladoras y estrellas a dolor. Me puse las gafas de ver de lejos, y comenzó el espectáculo. Escuchaba la dulce noche de la selva jamaicana.

Click para escuchar!

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ZzZzZZz

2 comentarios en “El ascenso, parte 1

  1. …que aventurero eres Dani… ni Tarzán ni Robinson Crusoe… con arañas y todo y sin miedo, una pasada, ufffff… me encanta leerte… sigo

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